quarta-feira, 19 de maio de 2021

Enfoque

 

Escepticismo, Espiritismo y Caridades

Marcio Sales Saraiva se define como “escritorzuelo”. Licenciado en Sociología y Ciencia Política. Máster en Políticas Públicas por la UERJ. Fue dirigente del Gremio Espírita Nazareno y colaborador  de la Unión Espírita Cristo Rey, de Río de Janeiro.

Ya he oído a espíritas diciendo que “el espiritismo aclara de dónde venimos, por qué estamos aquí en este mundo y adónde vamos”, o sea, el espiritismo explica todo y, en ese sentido, satisface la gran obsesión de la modernidad ilustrada de extinguir el Misterio, iluminar todas las áreas oscuras del conocimiento humano y hacer surgir la verdad incuestionable sobre todas las cosas. Pero, ¿será qué es eso mismo el espiritismo?

El escepticismo es el punto inicial de toda la pesquisa hecha por el profesor Denizard Rivail, o sea, Kardec siempre parte de la duda para consolidar algunos puntos que se considerarán provisionalmente verdaderos hasta que surjan elementos que puedan sacarlo de su condición de verdad. La verdad en Kardec es progresiva, abierta, no un dogma.

Así fue, por ejemplo, cuando Kardec empezó a investigar los fenómenos de las mesas parlantes. Observó, meditó, cuestionó. Se mantuvo en contacto con los médiums y los espíritus comunicantes, pero sin fanatismo, sin devoción, pasando todo por la duda y por la criba de la razonabilidad, y, si fuera necesario, no temía eliminar comunicaciones que no presentasen ni coherencia ni calidad de contenido.

El escepticismo nos dice que el conocimiento absoluto de lo real es imposible para la razón humana, por lo tanto, debemos renunciar a las certezas dogmáticas, suspender los juicios apurados sobre las cosas y someter todas las afirmaciones, doctrinas y convicciones a la criba de la duda. Por cierto, lo que es real para un investigador no lo es para otro, aunque el objeto de pesquisa sea el mismo.

Esta concepción filosófica surgió en la Grecia Antigua con Pirrón de Elis (siglo III a. C.) — es por eso que se llama también pirrónicos a los escépticos — y ganó diversas tonalidades a lo largo de los siglos. Su versión más radical se encuentra en el sabio Sexto Empírico que afirmaba la imposibilidad de cualquier tipo de certeza o verdad, contrariando así el escepticismo pirrónico que, aun reconociendo la incerteza y la duda, continuaba en busca de la verdad o de alguna certeza posible. El pensamiento kardeciano estaría más próximo a ese escepticismo moderado.

Hay tres etapas investigativas en el escepticismo filosófico: epojé (suspensión de juicio, duda), zetesis (busca incesante de certeza) y ataraxia (serenidad que surge del conocimiento de que la certeza sobre las cosas es imposible). El espiritismo de Allan Kardec tiene elementos de la epojé que nos conduce a una zetesis — una busca por lo que es posiblemente verdadero.

Por otro lado, hay también el escepticismo fideísta, aquel que ante la incapacidad de la razón humana en alcanzar la verdad/certeza, se entrega a la fe y a la revelación como única fuente de verdad. Este tipo podrá caer en irracionalismo violento y peligroso para la convivencia social, tales como los fundamentalismos religiosos y la extrema derecha religiosa. Y muchos espíritas, actualmente, se tiran de cabeza a ese fideísmo, idolatrando médiums y abriendo mano de cualquier crítica hermenéutica de los mensajes de los espíritus.

Es innegable. El escepticismo está en el origen del pensamiento filosófico, pues no es posible filosofar sin dudas. Es esta vieja corriente filosófica – desde Pirrón de Elis y Sexto Empírico hasta Bertrand Russell, pasando por Montaigne, Descartes y Pascal – que también inspirará una parcela significativa de las obras literarias.

La duda, por lo tanto, es el motor de la filosofía y también de las pesquisas científicas. Es la base a través de la  cual Denizard Rivail se descubrirá Allan Kardec. Si el escéptico es una persona que solo cree en cosas para las cuales hay fuertes evidencias y buenos argumentos, para Allan Kardec, ser espírita ¿no es eso?

El espiritismo no es un racionalismo ciego y radical, ni pretende explicar todo ni todas las cosas. Solo Dios es “inteligencia suprema”, por lo tanto, el espiritismo reconoce los límites de la razón humana y cuánto hay de numinoso en el universo que conocemos a partir de nuestros insuficientes cinco sentidos. Fue Rudolf Otto quien llamó esa consciencia del ‘mysterium tremendum’ que nos lleva a la humilde veneración del numinoso que está en la base de las experiencias religiosas del mundo.

Allan Kardec, en “El libro de los espíritus”, deja claro, a través de los espíritus comunicantes, que no es posible comprenderlo todo y que mismo los espíritus superiores “saben mucho”, pero no lo saben todo:

Cuestión 10. ¿Puede el hombre comprender la naturaleza íntima de Dios? “No, no puede, y éste es uno de los sentidos que le falta aún.”

“La inferioridad de las facultades del hombre no le permite comprender la naturaleza íntima de Dios.” (comentario de Kardec a la cuestión 11)

Cuestión 78. ¿Tienen principio los espíritus, o son eternos como Dios? “Si no tuviesen principio, serían iguales a Dios, al ser creación suya y estar sometidos a su voluntad. Es incontestable que Dios es eterno, pero nada sabemos de cuándo y cómo nos creó, y se puede decir que no tenemos principio si se entiende que, por ser eterno Dios, ha creado sin interrupción; sin embargo, respecto del cuándo y cómo fuimos creados, os repito, nadie lo sabe, pues se trata de un misterio.”

Además de éstas, aún se podrán investigar las cuestiones 10, 13, 17, 18, 19, 28, 42, 48, 81, 82, 83, 182, 238, 242, 392, 569, 579 e 613. Y eso solo en “El libro de los espíritus”.

Este conjunto de cuestiones es suficiente para aproximar el espiritismo de Allan Kardec a algunas formulaciones del escepticismo filosófico, pero también del llamado “pensamiento débil”, en el sentido en que el filósofo posmoderno Gianni Vattimo desarrolló. En otras palabras, el espiritismo kardeciano no puede ser interpretado como un “pensamiento fuerte” (dogmático, ambicioso e incuestionablemente verdadero), en el estilo de las Iglesias del siglo XIX, sino como un pensamiento humilde y débil, que reconoce su pequeñez ante la Divinidad y sus mecanismos insondables.

Dicen que la arrogancia es prima de la vanidad y hermana del egoísmo, por lo tanto, enemigas del espiritismo. Éste fue el mensaje dado por Allan Kardec. La “salvación” no está en poseer una supuesta verdad incuestionable, pero en la caridad, que es el amor efectivo.

 


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