¿Cuál es el Jesús del Espiritismo? (II)
En el siglo XVIII, se iniciaban los
estudios del llamado Jesús Histórico con el trabajo del filósofo deísta alemán
Hermann Samuel Reimarus (1694-1768), negando el origen sobrenatural del
cristianismo, lo que, naturalmente, no era bien visto por la Iglesia. En 1835, el teólogo alemán David Friedrich
Strauss escribe el libro “La Vida de Jesús” criticando el “mito de Jesús”,
afirmando que su vida nada tenía de sobrenatural. Una obra con el mismo título
surge, en Francia, en 1863, escrito por el teólogo, filósofo e historiador
Ernest Renan demostrando que el Jesús histórico no es el mismo Cristo de la Fe
o el Jesús Dogmático. Esa obra tuvo gran repercusión y Kardec, incluso, la
menciona en la Revista Espírita de mayo y junio de 1864, no sin demostrar su
desagrado por la interpretación nada caballerosa que el autor hace del Cristo
descrito en los evangelios. Un poco antes, el 14 de octubre de 1863, respondiendo
a la pregunta de Kardec sobre “¿qué efecto producirá la ‘Vida de Jesús’, por
Renan?”, el Espírito Erasto había afirmado que éste “pertenece a esa legión de
Espíritus encarnados que se pueden calificar de demoledores del viejo mundo” y
finaliza su comunicación diciendo que “Sin disputa, Renan allana el camino para
el Espiritismo” (A.K. – Obras Póstumas).
Se sabe hoy que las narrativas de
los evangelios canónicos – los “atribuidos” a Marcos, Mateo, Lucas y Juan – son
construcciones literarias surgidas a partir de la segunda mitad del siglo I,
probablemente copiados de una fuente anterior, el Evangelio “Q” (del alemán Quelle, fuente), y que, en gran parte,
son reproducciones de tradiciones mitológicas que formatearon el Jesús Cristo -
el Cristo de la Fe – de las Iglesias cristianas. Las revolucionarias descubiertas,
en Nag Hammadi, en Egipto, de papiros conteniendo el Evangelio de Tomé (1945) y
más tarde, de los Manuscritos del Mar Muerto (1947), guardados en vasijas de
barro y muchos todavía no revelados al público, sugieren una relación entre
Jesús y la Orden de los Esenios, secta judía ortodoxa. Estudiosos admiten que los
aforismos (máximas, sentencias) contenidos en estos papiros son los más coherentes
con las enseñanzas de Jesús y revelan que la narrativa biográfica de la vida de
Jesús se introdujo posteriormente en los Evangelios canónicos producidos por la
Iglesia.
El hecho es que los estudiosos son
unánimes en afirmar que no hay registros verdaderamente originales, y sí copias
de copias como informa Boberg en su libro “El Cristo de Paulo de Tarso”. Se sabe,
también, que muchos “hechos” narrados en los Evangelios se copiaron de tradiciones
paganas de Persia y de Egipto o se ajustaron a las profecías del Antiguo
Testamento.
De todo eso, queda la pregunta:
- Al fin y al cabo, ¿qué, en los Evangelios, es verdadero y qué es mito? La tesis
de que Paulo de Tarso, en sus escritos, no se está reportando a un Jesús
humano, sino a un concepto gnóstico, el Christós (Dios en nosotros), sugiere una
reflexión sobre el hecho de que, a pesar de haberse detenido apenas en la
enseñanza moral de Jesús, según explicita en “El Evangelio Según el
Espiritismo” y en “La Génesis”, Kardec
interpreta, bajo la óptica espírita, milagros y predicciones de Jesús narrados en
los evangelios canónicos, evidentemente una fuente no fiable.
Sobre la tesis del Christós en
el espiritismo, la comentaré en la próxima edición.
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