segunda-feira, 26 de abril de 2021

Opinión en Tópicos

 

Perfecto, pero ni tanto

                Hinchar por una paisana de Porto Alegre, compañera de club, me ha hecho ver algunas audiciones de “The Voice +”, una versión del conocido “reality” musical televisivo, donde compiten solo concursantes de más de 60 años.

                Ha sido allí que he oído, un día de esos, la observación de una de las juezas, al juzgar un concursante: “¡Has sido perfecto! ¡Voz! ¡Ritmo! ¡Afinación! ¡Enhorabuena!”.

Pero, entre tres concursantes, la jueza tendría que elegir solamente dos para la próxima fase. Curiosamente, después de elogiar a los tres cantantes, a la hora de decidir quién saldría, ella eliminó justamente aquel cuya presentación, a su propio juicio, habría sido perfecta. ¿Qué le vamos a hacer?

                El episodio muestra cuan relativo es el concepto de perfección.

                ¿Qué significan en realidad las fases de perfección humana o “espiritual”, ateniéndonos al enfoque filosófico espírita? 

Progreso como ley

                El espiritismo, movimiento filosófico inserido en la idea central de “progreso”, que marcó el pensamiento del Siglo XIX, revolucionó la metafísica, proponiendo que el alma humana estaba destinada a la perfección y no al nihilismo ni tampoco al esquema de recompensa y castigos eternos, propuestos por la religión. De la fase inicial en que se crió, “simple e ignorante”, pasando por la “hilera de las reencarnaciones sucesivas”, el espirito llegaría, fatalmente, a la perfección.

                No solo el espíritu, pero toda la realidad que lo envuelve, los reinos todos de la naturaleza, la sociedad por él formada, las naciones, las ciencias, las instituciones todas, integrantes de una cadena universal, caminan hacia una fase de plenitud y perfección. La ley de progreso es uno de los fundamentos centrales de la filosofía espírita.

La perfección que vive lejos

                Es realmente difícil que entendamos ese concepto de perfección. Nos retrasamos en una fase tan precaria de evolución que el posible ápice de ese proceso no cabe en nuestra capacidad intelectiva. Como la jueza de The Voice, atribuimos condición de perfección a personajes, cosas y valores que, paradójicamente, en la práctica, no influyen en nuestras elecciones.

                En ese camino rumbo a un destino cuyo pleno significado no tenemos condiciones de aprehender, nos alienta, entretanto, el optimismo acerca de nosotros mismos y de la humanidad.

                Al libertarnos de la binaria prisión “recompensas/castigos”, ante la cual la religión pretendió hacernos obedientes, terminamos por valorar la vida, como construcción progresiva rumbo a la felicidad.

 Humanismo

                Por todo eso, nos declaramos humanistas. Nuestras convicciones acerca de la inmortalidad del espíritu, del permanente intercambio entre la humanidad encarnada y la humanidad desencarnada, dentro de una visión teleológica y racional, nos infunden una fe inquebrantable en el ser humano.

                Hay que ratificar esos conceptos, en momentos tan duros como éste que atravesamos ahora. El ser humano ya ha superado otras pruebas mucho más difíciles, en esa trayectoria que le conduce de la simplicidad a la complejidad y de la ignorancia a la sabiduría.

                La fase más avanzada del humanismo es aquella que rechaza el nihilismo o la posibilidad del sufrimiento infinito para admitir la perfectibilidad del ser. Caminamos hacia la perfección, aunque, como la jueza de “The Voice”, nos confundamos un poco con el concepto de perfección.


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