Perfecto, pero ni tanto
Hinchar
por una paisana de Porto Alegre, compañera de club, me ha hecho ver algunas
audiciones de “The Voice +”, una versión del conocido “reality” musical
televisivo, donde compiten solo concursantes de más de 60 años.
Ha
sido allí que he oído, un día de esos, la observación de una de las juezas, al
juzgar un concursante: “¡Has sido perfecto! ¡Voz! ¡Ritmo! ¡Afinación!
¡Enhorabuena!”.
Pero, entre tres concursantes, la jueza
tendría que elegir solamente dos para la próxima fase. Curiosamente, después de
elogiar a los tres cantantes, a la hora de decidir quién saldría, ella eliminó
justamente aquel cuya presentación, a su propio juicio, habría sido perfecta.
¿Qué le vamos a hacer?
El
episodio muestra cuan relativo es el concepto de perfección.
¿Qué
significan en realidad las fases de perfección humana o “espiritual”,
ateniéndonos al enfoque filosófico espírita?
Progreso como ley
El
espiritismo, movimiento filosófico inserido en la idea central de “progreso”,
que marcó el pensamiento del Siglo XIX, revolucionó la metafísica, proponiendo
que el alma humana estaba destinada a la perfección y no al nihilismo ni
tampoco al esquema de recompensa y castigos eternos, propuestos por la
religión. De la fase inicial en que se crió, “simple e ignorante”, pasando por
la “hilera de las reencarnaciones sucesivas”, el espirito llegaría, fatalmente,
a la perfección.
No
solo el espíritu, pero toda la realidad que lo envuelve, los reinos todos de la
naturaleza, la sociedad por él formada, las naciones, las ciencias, las
instituciones todas, integrantes de una cadena universal, caminan hacia una
fase de plenitud y perfección. La ley de progreso es uno de los fundamentos
centrales de la filosofía espírita.
La perfección que vive lejos
Es
realmente difícil que entendamos ese concepto de perfección. Nos retrasamos en
una fase tan precaria de evolución que el posible ápice de ese proceso no cabe
en nuestra capacidad intelectiva. Como la jueza de The Voice, atribuimos
condición de perfección a personajes, cosas y valores que, paradójicamente, en
la práctica, no influyen en nuestras elecciones.
En
ese camino rumbo a un destino cuyo pleno significado no tenemos condiciones de
aprehender, nos alienta, entretanto, el optimismo acerca de nosotros mismos y
de la humanidad.
Al
libertarnos de la binaria prisión “recompensas/castigos”, ante la cual la
religión pretendió hacernos obedientes, terminamos por valorar la vida, como
construcción progresiva rumbo a la felicidad.
Humanismo
Por
todo eso, nos declaramos humanistas. Nuestras convicciones acerca de la
inmortalidad del espíritu, del permanente intercambio entre la humanidad
encarnada y la humanidad desencarnada, dentro de una visión teleológica y
racional, nos infunden una fe inquebrantable en el ser humano.
Hay
que ratificar esos conceptos, en momentos tan duros como éste que atravesamos
ahora. El ser humano ya ha superado otras pruebas mucho más difíciles, en esa
trayectoria que le conduce de la simplicidad a la complejidad y de la ignorancia
a la sabiduría.
La
fase más avanzada del humanismo es aquella que rechaza el nihilismo o la
posibilidad del sufrimiento infinito para admitir la perfectibilidad del ser.
Caminamos hacia la perfección, aunque, como la jueza de “The Voice”, nos
confundamos un poco con el concepto de perfección.
Nenhum comentário:
Postar um comentário