quarta-feira, 28 de abril de 2021

Enfoque

Los hechos enseñan mientras las historias divierten

Por Wilson Garcia. São Paulo - SP 

Después de más de siglo y medio de sumisión a conceptos contradictorios, el espiritismo en fin alcanza su fase de filosofía desprendida de cualesquiera amarras, en su misión de educar y ayudar a construir una nueva cultura de autonomía y libertad.

 

                Mientras algunos lectores se quedaron asombrados con la posición asumida por Bezerra de Menezes en la historia del roustainguismo brasileño, otros se dijeron perplejos y algunos manifestaron contrariedad con la publicación de los hechos. Estos últimos preferirían que nada se dijera para no deslustrar todo lo que se sabe y se ha escrito sobre la persona de Bezerra de Menezes, considerado un verdadero héroe. Bezerra figura como espíritu guía de un centenar de centros espíritas, instituciones federativas estaduales, grupos e individuos. A él decenas de personas recurren diariamente en busca de consuelo, protección, cura y orientación. Libros le exaltan, conferencias recuerdan sus hechos y sus imágenes fotográficas más difundidas muestran una figura dulce, delicada, sensible y altamente preocupada con el prójimo. Sería él un santo si el término no estuviese comprometido con el léxico católico; sobra, entonces, para sus admiradores clasificarle como Espíritu Superior, según la escala elaborada por Allan Kardec. Pero, en la práctica, el fulcro de la idea permanece el mismo, o sea, la figura del hombre nacido del útero materno se transmutó para la del héroe que venció todas las etapas de una dura jornada hasta alcanzar el nivel superior del verdadero mito.

                Lejos estamos de querer cambiar la historia o de querer convencer a los lectores de lo contrario. No fue para eso que escribimos el libro PUNTO FINAL, el reencuentro del espiritismo con ALLAN KARDEC, en el cual la persona de Bezerra de Menezes aparece entre los principales pilares del roustainguismo brasileño. El objetivo fundamental, la tesis básica de la obra es la conexión (espuria) implementada entre la autonomía moral expuesta en la filosofía espírita y la heteronomía dominante en la ideología de Roustaing, que resultó en la cultura híbrida del medio espírita brasileño. Lo que surgió un día como un paso hacia adelante en la historia del conocimiento humano – el espiritismo – se volvió un paso hacia atrás en su (con)fusión con la pandémica idolatría de base católico-roustainguista.

                Bezerra de Menezes está presente en esa parte de la historia como personaje de destacada participación, como lo dicen los hechos narrados en los documentos de la época, entre los cuales las publicaciones hechas por la propia Federación Espírita Brasileña (FEB) como el entonces periódico Reformador, enteramente escrito por las manos de nuestro personaje. Allí, quincenalmente y por más de un año, Bezerra narraba sus luchas en pro de la concretización de un ideal asumido cuando integró el Grupo Sayão, en la segunda fase de la existencia de ese que le nombramos en el libro como “Grupo Sayão: el roustainguismo brasileño”. Al frecuentar ese grupo y sus reuniones mediúmnicas, Bezerra se convenció de que las tesis heterónomas allí defendidas eran no solo simplemente espíritas, como también necesarias al espiritismo. Fue, incluso, a partir de ahí que decidió llevar a FEB tales tesis y por medio de ésta divulgar por Brasil la religión predicada por Roustaing.

                El Bezerra de Menezes conocido y amado por Brasil no es éste que surge de sus propias palabras por el Reformador. Tampoco es el que asume autónomamente la decisión de implantar el modelo inspirado por el Grupo Sayão de enseñanza y práctica espírita, defendiéndolo como superior a cualquier otro. Ni mismo aquél que acepta la propuesta de dirigir con poderes totales una institución en falencia económica y lo hace, de modo abierto, autoritario y expreso, contra los que se le oponen, a fin de alcanzar los objetivos de los cuales estaba convencido, objetivos que hoy se muestran totalmente equivocados porque tuvieron influencia decisiva en los destinos de la filosofía espírita en Brasil.

                ¿Los hechos destruyen al personaje mitológico de nuestro tiempo? No, ¡absolutamente! Los hechos le humanizan, le llevan a la planta baja, le dan el colorido del ser que era, capaz de grandes hechos e iguales equívocos. Quitarle los rasgos fundamentales de las criaturas de carne y hueso es trazar en líneas de pura ficción una narrativa basada en un escenario imaginario, que puede agradar al sentimiento y seguramente a eso se destina, aunque no instruya ni eduque. Cuando se exalta al ser humano solamente por los grandes hechos que los mortales comunes no alcanzan, se da a luz lo extraordinario que alimenta las almas sedientas de coraje. Sin embargo, cuando el otro lado del ser humano aparece con sus colores sombríos, es normal que sus admiradores cierren los ojos y tapen los oídos buscando proteger a sus héroes y, por fin, a si propios.

                Pero, por más dura que sea la historia hay que preservarla por encima de las conveniencias humanas. En el caso específico del espiritismo, donde se juega el futuro de una filosofía capaz de conferir al ser humano un saber que le liberta de las amarras culturales y espirituales a que está sometido, no hay otro camino sino el de su entereza. No nos cabe establecer juicios a respeto de lo que el ser humano decide y por lo que actúa, pues eso es de su propia competencia y lo hará de acuerdo con su consciencia, según enseña la doctrina que Kardec elaboró. Sin embargo, al señalar los percances del camino, aclaramos los hechos y damos sentido a la historia, a fin de que sostenga los nuevos tiempos en su necesaria alianza con la razón. Se trata, es cierto, de elegir entre lo que dignifica el individuo y lo que le debilita; en una palabra, entre la autonomía moral y la heteronomía que amordaza.

 

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